Por más que tratamos de luchar contra ellas y suprimirlas siempre terminan reapareciendo. Seguro que alguna lágrima se te ha caído en el metro o has contestado de malos modos a alguien que no se lo merecía. Y eso nos ha llevado a pensar “qué mal lo estoy pasando, ojalá pudiera dejar de sentir” o “sin emociones negativas mi vida sería más fácil”.
Bueno, las emociones no están ahí para complicarnos la existencia ni para dejarnos en ridículo. En este artículo os explicaré para qué sirven y por qué son necesarias.
Empecemos por el principio, qué es una emoción. La RAE define emoción como “alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática”. Desde la psicología podemos hacer ciertas puntualizaciones: emoción es una experiencia afectiva, acompañada de cambios somáticos (fisiológicos y endocrinos) que adapta al organismo a la relación con el entorno, los otros y él mismo. Es innata a la vez que está influida, en mayor o menor medida, por la educación y el contexto cultural. Es decir, todos nacemos con emociones pero dependiendo de nuestra crianza las expresaremos de distinta forma y ante diferentes estímulos.
Cuáles son las emociones. Existen las llamadas emociones básicas, que se consideran universales e innatas (venimos con emociones de serie), y las emociones secundarias (se aprenden). Todavía existe un debate acerca de cuáles son las emociones básicas. Paul Ekman realizó un amplio estudio de las expresiones faciales en distintas culturas por todo el planeta y concluyó que existen seis emociones básicas: alegría, tristeza, ira, miedo, sorpresa y asco. Sin embargo, si preguntamos en la Universidad de Glasgow nos dirán que el miedo y la sorpresa comparten características al igual que el asco y la ira.
Por otro lado, las emociones secundarias son más complejas ya que dependen del sistema cultural y social en el que nos encontremos. Algunos autores (Plutchik por ejemplo) consideran estas emociones como combinaciones de las básicas, al igual que pasaría con los colores primarios al combinarlos en distintas proporciones. Así, algunas de las emociones secundarias son la vergüenza, el amor, la felicidad, el orgullo, la culpa… Sin embargo, en esta entrada nos centraremos en las emociones básicas ya que no queremos liar la cosa más de lo necesario.
Darwin escribió “El Origen de las Especies” desarrollando su teoría de la evolución de las especies, que le otorgó el título de Padre de la Evolución. Sin embargo, también escribió “La Expresión de las Emociones” en el que demuestra que, tanto animales como humanos, expresamos acciones y comportamientos emocionales desarrollados a lo largo de la historia de la evolución que son susceptibles de modificarse con el aprendizaje y las experiencias personales. Las emociones nos aportan información sobre la situación en la que nos encontramos, para poder ajustarnos a las demandas del ambiente. Es decir, preparan para la acción y dirigen las conductas hacia la supervivencia. Si viene un león a merendarnos, sentimos miedo, valoramos la situación como peligrosa y nos motiva a poner pies en polvorosa. Hoy en día, el ejemplo del león ya no sirve tanto como a nuestros antepasados, pero la función es la misma: las emociones nos motivan a actuar hacia lo que consideramos agradable y nos apartan de lo desagradable, peligroso o aversivo.
Por otro lado, nos permiten interaccionar de manera no verbal con otras personas, potenciando las relaciones sociales. Si una persona expresa tristeza, promueve compasión en otras personas y que se acercarán a consolar y a tratar de ayudar a la persona triste (¡gracias a la empatía y a las neuronas espejo, de las que hablaremos en otro post!).
Con otras emociones ocurre lo mismo. La ira tiene una función de protección del individuo. Nos permite reaccionar (de manera agresiva o violenta, en ocasiones) para proteger de algo que valoramos como peligroso o aversivo. Hoy en día podemos sentir ira cuando nos vemos en una situación injusta ya que eso nos aleja de conseguir nuestros objetivos, nos hace reaccionar para luchar por lo que queremos. Así como el sentimiento de alegría nos permite reconocer aquello que nos hace sentir bien y por tanto trataremos de conseguirlo nuevamente. El asco es una reacción innata que seguramente tenga relación con la supervivencia de nuestra especie. Se considera que el asco nos ayudó a discriminar aquellos alimentos que podían perjudicar debido a su estado. Si hay carne podrida que nos provoca arcadas, que tiene mal olor y observamos que tiene gusanos, no nos invita a probarla ¿verdad?
Entonces, las emociones existen por un motivo, nos ayudan a sobrevivir y pretenden facilitarnos la vida. Aunque en ocasiones pueda parecer lo contrario. Es importante escuchar lo que nos dice nuestro cuerpo, ignorarlo e ir en contra de nuestra naturaleza a corto plazo puede resultar más cómodo y agradable pero en el tiempo se volverá en nuestra contra.
Por último, me gustaría contestar al debate ¿razón o emoción? ¿cerebro o corazón? Bueno, pues ambos. Las emociones, como hemos comentado, están ahí desde antes que la razón. Tienen bases neurológicas (no se asientan en el corazón, no): el sistema límbico se encarga de la expresión, regulación y control emocional. Hay que destacar el papel de la amígdala, una pequeña estructura en las profundidades del cerebro que se encarga de regular el miedo y poner en marcha las respuestas inconscientes pero eficaces para sobrevivir.
Cuando estamos ante un proceso de decisión, con información variada, ambigua e incompleta, el razonamiento no tiene herramientas suficientes para trabajar en solitario. Por tanto, las emociones intervienen, modulando los procesos cognitivos. Las emociones influyen en la manera en la que percibimos el mundo, integramos información y seleccionamos patrones de comportamiento. Entonces podemos tratar de utilizar los mecanismos racionales y cognitivos pero estos habrán pasado previamente por nuestro filtro emocional. Por tanto el debate razón o emoción es absurdo, ya que un proceso no puede funcionar correctamente sin el otro. Tratar de guiarnos solo por la razón es simplificar y movernos por el mundo de manera incompleta.
Escucha lo que te dicen tus emociones, es una fuente de información preciosa y muy sabia que lleva miles de años desarrollándose e intenta entender de dónde viene esa emoción y qué papel cumple en ese momento para ti.
Irene Marivela Palacios
En la entrada expresas que «todos nacemos con emociones pero dependiendo de nuestra crianza las expresaremos de distinta forma y ante diferentes estímulos», no puedo estar más de acuerdo y es por eso por lo que me gustaría preguntaros cuándo empezar a trabajarlas con los niños, a qué edad, y si podríais dar unas premisas básicas a padres para saber cómo presentar las emociones a sus hijos y que se desarrollen sanos en este sentido.
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Hola Seila, lo primero muchas gracias por tu comentario. Nos alegramos mucho de que estos posts estén ayudando y creando dudas y temas a tratar.
No hay que tener miedo a las emociones, son parte de nuestra naturaleza y como tal es importante que los niños se familiaricen con ellas desde peques. Los más peques tienen que aprender a saber identificar y reconocer tanto sus propias emociones como las de los demás. No debemos disimular ni quitar importancia cuando experimentan una emoción. Por ejemplo, cuando se enfadan es recomendable validar su enfado y siempre ponerle nombre a lo que sentimos nosotros y ellos: “entiendo que estés enfadado porque no puedas ir a la piscina aunque te apetezca mucho”, “es normal que estés triste porque mamá se vaya a trabajar, también yo estoy triste porque te echaré mucho de menos”, “papá está muy contento porque…”.
También te recomendamos un cuento muy bonito que se llama “El monstruo de los colores” escrito por Anna Llenas, que nos ayuda a presentar las emociones a los niños.
¡Un abrazo!
Irene Marivela Palacios
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¡Muchas gracias por la recomendación del cuento!
Considero que la buena educación emocional que le podamos dar a nuestros hijos hará de ellos unas personas sanas emocionalmente hablando y es por ello por lo que le doy tanta importancia porque ello marcará la persona que será.
Un saludo y gracias a vosotras por vuestra labor, me parece muy interesante.
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Hola, Irene. Es muy interesante lo que dices sobre que “Las emociones influyen en la manera en la que percibimos el mundo, integramos información y seleccionamos patrones de comportamiento”. Entiendo, entonces, que, si intentamos tener una actitud positiva ante los retos que nos plantea la vida, podemos cambiar en algo nuestra perspectiva para afrontarlos, ¿no es así? Ojalá pudierais hacer alguna entrada con ese tema…
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Hola María, muchas gracias por tu comentario. Efectivamente, una actitud positiva (pero realista) es fundamental para afrontar las circunstancias vitales a las que podemos vernos sometidos. Una actitud positiva nos permite estar abiertos a distintos puntos de vista, posibles soluciones y a obtener un aprendizaje de la situación. En general, nos ayuda a fortalecer nuestra resiliencia.
Tendremos en cuenta tu propuesta, ya que es un tema muy interesante. Estate atenta a los próximos posts, tarde o temprano abordaremos esta cuestión!
Un saludo,
Irene Marivela
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Me parece súper interesante hablar sobre ello ya que algo en lo que siempre he creído es que si piensas en positivo «atraes» lo positivo al igual que si, por el contrario, tu actitud es negativa puedes «atraer» cosas negativas a tu vida. Me gusta la propuesta de María porque en verdad me gustaría saber si esta creencia que tengo tiene base científica pues, es curioso que desde mi propia experiencia o desde la experiencia de amigos veo que la actitud, negativa o positiva, que se tenga hacia algo puede determinar el resultado. Un saludo!
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¡Genial! Me lo apunto entonces, ya veo que sois varias las interesadas. Haremos una entrada en el blog en la que trataremos este tema en las próximas semanas. No quitéis ojo al blog 😉
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Hola, Irene:
Gracias por este artículo. Hablar de las emociones nunca es fácil. Y más teniendo en cuenta que cada persona las vive y las identifica de una manera diferente.
En relación a otro comentario realizado anteriormente me gustaría preguntaros sobre cómo se podría trabajar/mejorar, en ámbitos escolares, la empatía con niñ@s.
Muchas gracias,
Carlos
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Hola Carlos, muchas gracias por tu comentario y tu participación, así como por la propuesta que nos enviaste, muy interesante.
En primer lugar, para trabajar emociones y empatía en ámbitos escolares, es importante que los niños aprendan a reconocer y manejar sus propias emociones, para esto es fundamental un ambiente en el que sientan que se validan sus emociones.
Por otro lado, existen muchos cuentos y técnicas en forma de juegos con los que se puede trabajar. Si estás interesado en material concreto, podemos mandarte algunos ejemplos.
Espero que te haya sido útil. Un cordial saludo!
Irene Marivela
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