Esta semana vamos a abordar un tema de gran debate y que seguramente muchos de los que estáis leyendo esto os habréis preguntado alguna que otra vez a lo largo de vuestra vida: ¿es posible que la gente cambie realmente? ¿Somos capaces de lograr un cambio en nosotros mismos? Cuando la gente cambia con los años… ¿es algo positivo o negativo? Pues bien, vamos a intentar contestar a todas estas preguntas y algunas más a lo largo de este artículo… pónganse cómodos y ¡empecemos!
La respuesta a la primera de las incógnitas formuladas, como psicóloga que soy, he de responder un rotundo sí; por supuesto que la gente puede cambiar, si no mi trabajo, en muchos casos, no tendría sentido. He podido ser testigo de muchos y diversos cambios durante el ejercicio de mi profesión puesto que la mejora de los pacientes se basa principalmente en su capacidad de cambiar y modificar ciertos pensamientos y conductas que les provocan malestar y les hacen más difícil tener una estabilidad en su día a día. Así que… ¡claro que es posible cambiar!
Pero al igual que digo esto, debo aclarar que la gente no cambia mágicamente de la noche a la mañana por mucho que quiera, sobre todo si lo que quiere cambiar es algo que ha ido haciendo meses e incluso años. El cambio es posible siempre y cuando la persona quiera que se de realmente ese cambio. Aunque lo quieran familiares, amigos o la pareja tiene que ser él mismo el que tome la decisión y se comprometa. Esto suele ser un proceso bastante largo y en muchas ocasiones nada fácil de conseguir. Por ello los pacientes recurren a nosotros, los psicólogos, que les damos herramientas y les guiamos a lo largo del proceso. Es decir, las personas que se comprometen a cambiar algo y no lo logran suele ser porque no recurren a un profesional ni ponen medios para conseguirlo. No es porque no puedan cambiar sino porque no quieren (o no saben) cómo hacerlo realmente.
Pensemos en por qué muchas veces llegamos a la conclusión de que la gente nunca cambia. Llegar a este punto puede deberse a muchos factores: que nos hayamos generado expectativas sobre cómo debería ser el cambio y no llegue a cumplirlas, que muchas personas realmente no quieran cambiar pero digan que sí para satisfacer a su entorno, que nos ayude a llevar mejor ciertas situaciones como rupturas porque ese “nunca cambiará” nos hace sentir seguros de que no merece la pena seguir intentándolo, otras veces incluso nos da miedo que se produzca un cambio real en el otro y que ya no tengamos “excusas” para poder criticar su comportamiento y sentirnos mejor (sé que suena rebuscado pero creedme que ocurre y mucho más de lo que parece)… y muchos más factores que no enumeraré porque creo que ya podéis haceros una idea de por qué se ha creado y reforzado dicha afirmación. Lo importante de todo esto es que la famosa frase “la gente nunca cambia” pone un falso techo a muchas personas y dinamita muchas relaciones. Todo es susceptible de cambio si realmente se quiere y se trabaja.
Por el lado contrario, están las personas que se enfadan o no entienden cuando una persona ha cambiado de gustos o de forma de actuar con el paso de los años. Esto es un proceso lógico y sano, no nos gusta lo mismo de adultos que cuando somos niños al igual que, por lo general, dentro de unos años no nos gustará lo que hacemos ahora. Muchas parejas o amistades se rompen por esta razón, bajo argumentos tipo “es que ya no eres como antes, has cambiado”. En esos momentos, no nos paramos a pensar por qué ha podido producirse ese cambio, si ayuda en algo a la otra persona el haberlo hecho y olvidamos que es algo normal a lo que te puedes adaptar si lo intentas. De hecho, aunque a veces estemos muy seguros de que no hemos cambiado y que seguimos siendo los mismos de siempre, la realidad es que todos cambiamos en menor o mayor medida en distintos aspectos, aunque no nos solemos detener a pensar en ello ya que siempre es más sencillo ver el cambio en los demás que en nosotros mismos.
Muchas veces, sobre todo al principio del tratamiento, los pacientes vienen con creencias erróneas de que ellos son diferentes a los demás y que no van a ser capaces de cambiar y muestran una clara indefensión aprendida. Gran parte de nuestro trabajo como psicólogos es ayudarle entender que se puede cambiar y lograr los objetivos que se haya propuesto siempre y cuando sean razonables y trabaje para ello con las herramientas adecuadas, ya que por ejemplo, no es lo mismo cavar con una pala que con un rastrillo.
Por lo tanto, para resumir, el cambio no sólo es que sea posible sino que muchas veces se da incluso sin percatarnos de ello. Por lo tanto, podremos lograr cambiar (positivamente) siempre que los objetivos sean realistas y verdaderamente quieran lograrse. El cambio es una constante del ser humano y dependerá de nosotros mismos el que sea positivo (nos de estabilidad, sea adaptativo) o negativo (nos bloquee, nos impida avanzar). No debemos temer los cambios ya que forman parte de la vida y de nuestra evolución, sino saber adaptarnos a ellos e intentar que nos permitan aprender, crecer y mejorar como personas y que, aunque a veces el cambiar en según qué aspectos pueda ser un proceso lento y complicado, siempre podrás contar con los psicólogos, un apoyo extra que te servirá de gran ayuda -si das con los correctos claro, porque en nuestra profesión hay mucho intrusismo, pero ese tema ya lo tocaremos otro día.
Eva Torrego Treviño
Una entrada muy acertada la de hoy porque es un sesgo que solemos tener, además de que queremos que X persona sea o actúe como nosotros queremos (a nuestra imagen y semejanza) y nos podemos pasar media vida esperando ese cambio que nunca llega… porque realmente la persona no quiere cambiar o no hace por, por lo menos, intentarlo. ¡
Buen trabajo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias por leernos siempre Seila, nos alegramos de que te guste ¡nos seguimos leyendo!
Me gustaMe gusta
Gracias por aclararnos que los comentarios que hemos estado escuchando durante tanto tiempo… no son siempre ciertos!
Me gustaMe gusta
Hola, Eva:
Gracias por este artículo. Me está encantando leeros y espero que sigáis publicando a menudo.
Cuando he leído este texto no he podido parar de recordar cuando estaba en la carrera y hablábamos sobre este mismo tema en nuestras reuniones tutorizadas. El mundo de la personalidad es inmenso.
De todas formas, me gustaría acercar este tema al de otro artículo que publicasteis anteriormente sobre las emociones para haceros la siguiente pregunta: ¿cómo podrían trabajarse las emociones en un proceso de cambio (el cambio está ocurriendo) y cómo podrían trabajarse éstas mismas para facilitar ese mismo (reticente al cambio)?
Muchas gracias por anticipado.
Atentamente,
Carlos
Me gustaMe gusta
Hola Carlos, muchas gracias por tus palabras, cada jueves tendrás un artículo nuevo y los lunes un concepto más en el psicoglosario.
Sobre la pregunta que nos formulas, si acudieses a un psicólog@ lo primero que haría sería ver qué tipo de emociones experimentas a diario (con autoregistro), si en su gran mayoría son de tristeza, miedo.. o emociones que te bloquean o generan malestar porque por ejemplo estás viviendo una ruptura, el psicólog@ analizaría qué clase de pensamientos están generando dichas emociones (ya sabes que el pensamiento siempre es el que suscita la emoción) y trabajaría en ellos con herramientas como por ejemplo relativización (para que le dieses la gravedad justa a según qué pensamientos) y reconstrucción cognitiva (para que pudieses racionalizar esos pensamientos negativos y conseguir que poco a poco dejasen de afectarte), además solemos tratar a la vez otras partes del paciente que en estos procesos se han visto afectadas como por ejemplo la autoestima, tocaremos este tema en más artículos más adelante ya que es algo de mucha demanda en consulta, cualquier otra duda que se te ocurra aquí nos tienes ¡gracias por leernos!
Eva Torrego
Me gustaMe gusta