Conviviendo con el dolor

Últimamente se está oyendo mucho hablar de la fibromialgia, pero no queda muy claro qué es, si es una enfermedad mental, si es física, si se cura, si existe, etc.

Bien, empecemos aclarando un poco qué es eso de la fibromialgia. Es una enfermedad que se caracteriza por dolor crónico, es decir, que no remite por sí mismo, generalizado (Rivera et al., 2006). Presenta síntomas asociados como una sensación de fatiga intensa, trastornos del sueño, rigidez, dolores de cabeza, alteraciones cognitivas, trastornos emocionales como depresión y ansiedad.

Hoy en día, la causa de esta enfermedad no es conocida. Existen varias hipótesis en los círculos médicos pero ninguna explica de manera satisfactoria todo el cuadro clínico que conlleva.

Realizar un diagnóstico es bastante complejo ya que no existe ninguna prueba ni análisis que pueda confirmar la fibromialgia. Por tanto, el diagnóstico es clínico, se basa en la presencia de dolor crónico músculo-esquelético generalizado junto con la presencia de otros síntomas como los mencionados anteriormente.

El problema de esta enfermedad es que su existencia continúa siendo motivo de debate, no sólo en los propios círculos médicos sino también en el entorno social de la persona que lo padece, lo cual contribuye a agravar las manifestaciones clínicas. Esto se debe a que es complicado entender que una enfermedad tan incapacitante que reduce la calidad de vida del enfermo no sea objetivable con una prueba médica, más allá de la evidencia y de la experiencia subjetiva del paciente. La realidad es que, sea como sea, existe un grupo de personas con síntomas parecidos, que se sienten enfermas y que acuden a sus médicos buscando una solución que ayude a mejorar sus vidas y nuestro deber como sanitarios es tratar de dársela.

Entonces, ¿cómo se cura esto de la fibromialgia?

Actualmente, el tratamiento de la fibromialgia se basa en tratamiento farmacológico, terapia física (o basada en el ejercicio físico) y tratamiento psicológico. Nosotras, como psicólogas que somos, vamos a profundizar en este último.

El dolor, principal queja de los afectados por fibromialgia, es un fenómeno complejo, resultado de la interacción entre factores sensoriales, emocionales (qué siento), cognitivos (qué pienso) y conductuales (qué hago). Desde la psicología se puede abordar desde manera eficaz estos tres últimos factores, al igual que se trabajan en otro tipo de psicopatologías.

  • Factores emocionales.

La propia ansiedad potencia la percepción del dolor.

La depresión es consecuencia del padecimiento crónico del dolor.

El miedo se fundamente en agravar el dolor o a realizar un movimiento que lo precipite.

La indefensión es la sensación de que “no hay nada que pueda hacer para luchar contra esto”.

  • Factores cognitivos.

Aparece el fenómeno de hipervigilancia, es decir, un aumento de la conciencia corporal, escaneos frecuentes buscando dónde se encuentra ese dolor. Esto promueve la interpretación de estímulos inocuos como doloroso.

Asimismo, se focaliza la atención en dichos estímulos, potenciando la sensación dolorosa.

Las creencias y expectativas de dolor potencian las emociones negativas asociadas.

  • Factores conductuales.

Así, por todo esto, se reducen los niveles de actividad (no vaya a ser que me duela más).

La queja aumenta, y así la búsqueda de atención y asistencia.

Se tiende a poner en marcha conductas de evitación del dolor (evitar actividades, personas, estímulos por si agravan o precipitan el dolor).

El dolor se convierte en un refuerzo positivo (brinda atención de familiares, del médico, descanso en cama, baja laboral, etc.).

El tratamiento psicológico aúna diversos enfoques y técnicas. Se suele abordar el dolor desde la relajación, el mindfulness y la hipnosis clínica. Desde las corrientes conductistas se busca aumentar el nivel de actividad, fomentar habilidades para afrontar el dolor, modificar aquellas conductas desadaptativas, aumentar la autoeficacia, reducir la evitación y trabajar las posibles ganancias secundarias.

Desde las terapias de tercera generación, se ha demostrado la eficacia de las terapia basadas en mindfulness y de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT).

La psicología tiene beneficios para el cuerpo, no sólo para la mente. Cuidarse significa encargarse de la parte física, emocional, cognitiva y social. No podemos ignorar unas en favor de otras ya que somos un mismo organismo, complejo y completo.

Irene Marivela Palacios

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