Continuando con la temática de la semana pasada, en este artículo hablaremos de los diez sesgos más habituales. Es posible que nos identifiquemos con algunos de estos esquemas de pensamiento, lo cual no es algo malo en sí, siempre y cuando, como hemos dicho anteriormente, no permitamos que estos sesgos guíen nuestra conducta, pensamiento y emoción.
- Sesgo de confirmación: es la tendencia a buscar e interpretar la información que confirma nuestras hipótesis o suposiciones. Es decir, valoramos más positivamente aquello que es acorde con nuestra opinión. Por ejemplo: una persona considera que las mujeres son menos inteligentes que los hombres, por lo que cada vez que encuentra a una mujer poco inteligente se confirmará su creencia mientras que si encuentra a una mujer muy inteligente su cerebro obviará esa información, ya que va en contra de su creencia.
- Inferencia arbitraria: debido a este sesgo llegamos a conclusiones determinadas de una manera rápida e impulsiva sin tener la información necesaria (o incluso cuando tenemos pruebas contrarias a dicha conclusión) para valorar y emitir un juicio, habitualmente acorde con experiencias previas y creencias. Está relacionado con el sesgo de confirmación y suele ser la base de muchos prejuicios. Por ejemplo: una persona que es atracada por un inmigrante podrá pensar que “todos los inmigrantes son atracadores y maleantes” a pesar de tener varios compañeros en el trabajo que son inmigrantes honrados y trabajadores.
- Sesgo de sobregeneralización: este sesgo consiste en sacar conclusiones generales a partir de un hecho aislado. Por ejemplo: una persona estudiosa que normalmente saca buenas notas podría pensar al suspender un examen: “vaya nota… ¿por qué siempre se me dan tan mal los exámenes?”.
- Falacia de la recompensa divina: este sesgo se basa en la creencia de que los problemas se resolverán por sí mismos, sin tomar una actitud proactiva ni cambiar nada. Es decir, pensar que como ahora va todo mal llegará un momento en que todo vaya mejor. Si no hacemos nada por cambiar la situación, es muy complicado que dicha situación cambie por sí sola. Por ejemplo: una persona con problemas económicos puede pensar que “ya pasarán, que es una mala racha”, en lugar de poner sus finanzas en orden y tratar de cambiar su administración.
- Sesgo de correspondencia: también conocido como error fundamental de atribución. Cuando juzgamos una situación influenciados por el error fundamental de atribución estamos buscando una explicación a nuestra conducta y a la de los demás. Al justificar nuestra conducta nos basamos en factores del entorno. Sin embargo, la conducta de los demás la explicamos mediante factores de personalidad. Por ejemplo: si nos saltamos un semáforo en rojo diremos cosas como que no nos daba tiempo a frenar, que hubiera sido más peligroso frenar en seco que seguir, etc. Sin embargo, si vemos que otro conductor se salta el semáforo pensaremos que es un irresponsable, que no sabe conducir, que está loco.
- Profecía autocumplida: este sesgo utiliza nuestra experiencia previa para adivinar el futuro y actuar en consonancia. Por ejemplo: una persona ha suspendido el carné de conducir y se puede volver a presentar en dos semanas. Esa persona puede pensar “no voy a ir al examen porque lo voy a suspender igualmente, me ahorro el mal trago”. Efectivamente si la persona no se presenta al examen lo suspenderá y la profecía se cumple, pero porque en cierto nivel la persona ha hecho que se cumpla.
- Personalización: se trata de un sesgo por el cual atribuimos la conducta de los demás a una reacción hacia nosotros. Por ejemplo: hay un grupo de personas riéndose y una persona los mira y piensa “seguro que se están riendo de mí”.
- Lectura de pensamiento: este sesgo está en consonancia al error de personalización. Así, consideramos poder saber qué piensan otras personas y qué intenciones tienen, sin ningún tipo de pruebas ni fundamento lógico. Por ejemplo: siguiendo con la situación previa, la persona podría pensar “se ríen de mí porque piensan que llevo una camisa hortera”. Ahí la persona ha pasado de atribuir la conducta de los otros a dar una explicación cognitiva a esa conducta.
- Falacia de control: este sesgo es la base de supersticiones y rituales ya que es la tendencia de pensar que podemos controlar o influir en ciertos eventos o situaciones. Por ejemplo: la persona que se pone un amuleto para que le de suerte antes de ir a una entrevista de trabajo. El amuleto no puede influir en el resultado de la entrevista, pero la persona se sentirá más segura si lo lleva y probablemente cause mejor impresión que si no lo llevara, ya que en ese caso estaría nerviosa e incómoda.
- Sesgo retrospectivo: es la tendencia de percibir los acontecimientos pasados como predecibles. Suele darse con expresiones tipo “te lo dije”, “ya lo sabía”, etc. Por ejemplo: en un parque un niño se columpia con ímpetu mientras la madre le advierte una y otra vez “te vas a caer”. Un día el niño se cae del columpio y la madre grita “te lo dije”. Ahí la madre asume que ya sabía que el niño iba a caerse, que ya lo predijo ella. Sin embargo, de todos los días que el niño se ha columpiado en el parque bajo la advertencia de su madre, solo uno se ha caído. Es decir, el resto de los días la profecía de su madre no se cumple, pero si por casualidad se cumple un día la madre ya va a asumir que era algo predecible, que ya lo sabía, ignorando el hecho de que todas las otras veces no lo predijo correctamente y no se cumplió su advertencia.
Queridos lectores, esperamos que este artículo les haya inspirado para poner en duda sus propios pensamientos, para que puedan basar su pensamiento en fundamentos lógicos y puedan darse cuenta cuando cometen o están bajo la influencia de un error de juicio. ¿Se han visto identificados en algunos de estos comportamientos? ¿Cuál es el sesgo cognitivo que cometen con más frecuencia?
Irene Marivela
Un comentario en “Los 10 sesgos cognitivos que más cometemos (Parte II)”